La intercesión de Cristo

La doctrina de la intercesión de Cristo es uno de los pilares más fundamentales —y a menudo menos comprendidos— en la vida del creyente. Esta obra redentora, que el Señor Jesucristo continúa realizando en el cielo, no solo es vital para nuestra salvación, sino también para nuestra seguridad espiritual, nuestra paz interior y nuestro crecimiento en la gracia. Quien no entienda cabalmente esta verdad, queda expuesto a caer fácilmente en la duda, la condenación interna y la inseguridad espiritual, convirtiéndose en un blanco fácil para las flechas ardientes del maligno.

John Bunyan, autor inglés del siglo XVII y conocido mundialmente por su clásico El Progreso del Peregrino , nos introduce en este profundo tema con una claridad y devoción características de quien ha caminado por valles oscuros y ha visto la luz de la misericordia divina. En su autobiografía espiritual titulada Gracia Abundante para el Mayor de los Pecadores , Bunyan revela cómo pasó años luchando contra cargas de culpa, desesperanza y temores espirituales. Sin embargo, fue precisamente en medio de esa aflicción donde aprendió a conocer al Cristo vivo: no solo como Salvador que murió en la cruz por sus pecados, sino también como Mediador celestial que ora constantemente por él ante el trono de Dios.

Esa experiencia transformadora le dio a Bunyan una visión única sobre la obra intercesora de Cristo. Y así, ya en una etapa más avanzada de su vida cristiana y ministerial, escribió La Intercesión de Cristo , un tratado breve pero profundamente bíblico y emocionalmente reconfortante, que busca consolar, animar y fortalecer a todos aquellos que peregrinan hacia la Ciudad Celestial.

En este libro, Bunyan no solo describe la importancia teológica de la intercesión de Cristo, sino que también nos ayuda a comprender cómo esta obra tiene implicaciones prácticas en nuestra vida diaria. Nos recuerda que Jesús, sentado a la diestra de Dios Padre, no descansa en Su ministerio sacerdotal: ora por nosotros, intercede por nuestros errores, sostiene nuestra fe tambaleante y presenta ante el Padre nuestras oraciones imperfectas como si fueran fragantes ofrendas aceptables.

Bunyan también resalta que incluso las pruebas y disciplinas que enfrentamos como hijos de Dios son parte del cuidado amoroso de Cristo por nosotros. Lejos de ser signos de rechazo, estas experiencias son expresiones de Su gracia, canalizadas a través de Su intercesión continua. Por medio de ellas, el Señor nos refina, nos humilla, nos enseña y nos dirige siempre hacia Él mismo, nuestro Sumo Sacerdote y único Abogado ante el Padre.

Este mensaje, tan necesario en cualquier época, cobra especial relevancia hoy día, cuando tantos creyentes viven bajo presión emocional, espiritual y existencial. Leer La Intercesión de Cristo es como recibir una carta personal del cielo, escrita en palabras humanas, pero impregnada del bálsamo del Espíritu Santo. Es un recordatorio tierno pero firme de que no estamos solos en nuestro caminar cristiano; tenemos un Intercesor perfecto, poderoso y lleno de amor, que nunca deja de velar por nosotros.